sábado, 30 de mayo de 2009

Entrando a Paris, saliendo de casa.


Los Rosseau apuraron la cena y la madre metió medio apurada a los niños en la cama. Todos en silencio se movían ágilmente por la mesa. La tía Marie terminaba de sacar la mesa y lavar los platos. El padre aseguraba las ventanas y apagaba el velador del living. Todos se fueron a la cama, el último fue el padre que dio el fuera luces del hall unos minutos antes del primer estruendo. Todos estaban acostados, nadie dormía, se respiraba más impaciencia que miedo, ni los niños escondían la cabeza bajo las sábanas.
En la oscuridad el padre y la madre se miraron un instante, dejaron escapar un preocupante suspiro. No había desahogo.
Los niños en voz baja se preguntaban si estaban dormidos, un eterno insomnio ya había explotado en su memoria.
La tía Marie, que había encontrado lecho en el cuarto de servicio, se tomaba las manos y rezaba.
El primer boom sonó grave, en seco, sobre alguna calle de la ciudad, tras eso algunos gritos desesperados y los ruidos de una sirena. Luego vino el segundo y tercero, se hoyo la cuarta bomba, esta vez más cerca, al lado, a unos pocos metros, encima, no importaba había que salir de allí.
El padre salió de la cama, se vistió, y tomó un bolso no muy grande de cuero gastado indicó a su mujer que buscara a los niños y los abrigara bien. La tía Marie tomaba café en la cocina, no había logrado ignorar el bombardeo desde su habitación y prefirió contemplarlo sobre un banquito de la cocina apoyada sobre la pared de azulejos blancos. Vestía como para partir, su equipaje no era más que un pasaporte, todas cuantas libras tenía, y un gorro de lana que sólo lograba que le taparan las orejas si cubría toda su frente y algo de los ojos. Sorbía café como si nunca más lo fuese a beber, miraba perdida los preparativos que se suscitaban en la casa, como sin remedio, contemplaba la obediencia de los niños asustados. Amaba a sus sobrinos, y los veía marchar, sin poder hacer nada ella se iba también. Salieron de la casa y pusieron llave a la puerta, aún era de noche, las bombas seguían sonando por algunos barrios alejados. Bajaron las escaleras en silencio, no se cruzaron a nadie. En la puerta del edificio el padre miró a la madre e indico con la mirada tomar el camino por una calle lateral, permanecieron todos juntos durante tres cuadras. En la intersección de Saint Simon Tía Marie se detuvo, el padre y la madre escucharon sus pasos detenidos sobre la vereda, se dieron vuelta y sin decirse una palabra comenzaron a correr, un bombardeo en serie comenzaba unas cuantas cuadras más adelante, había que volver. Refugiarse de los refugios, encontrar un techo silencioso, no separarse.
Volvieron al departamento, las sirenas se apoderaban de las calles y los llantos perdidos de la ciudad aturdían aún más que los estruendos de las ametralladoras. La Tía Marie preparo más café y para los niños una leche caliente, se acostaron en la habitación de servicio porque estaba construida bajo la viga estructural del edificio y parecía la más segura. Se amucharon y esperaron la llegada de la luz para poder partir. Tia Marie se había quedado en la cocina, ya no había luz eléctrica y el silencio comenzó a callar a las sirenas y a los gritos. Salieron todos juntos nuevamente a la puerta, la luz de la salida del sol comenzada a contar los bombardeos de anoche, los edificios flagelados y los autos incendiados eran el relato vivo de lo sucedido. Esta vez comenzaron a caminar y Tía Marie ya no se detuvo.

domingo, 24 de mayo de 2009


Tanta es la obediencia que rebelamos los corazones con la violencia de un trueno y la pasión de un llanto, tanto es el vacío de la prosperidad que buscamos nada en todas partes. Los años viejos, el amor y la muerte real, los trajes marrones, a veces celestes, patas de elefante. Marihuana de un buen día comprado por los moldes de la buena educación, te hubiera dejado de patitas en la calle, a vos, tu locura negra y a aquella famosa percepción. Y sin embargo, yo también soy obediente, abro la puerta para salir a jugar, ya no voy de a un pie como en la rayuela, soy mancha venenosa. Hierve mi buena conciencia, la que queda, la que resiste. Reflexiono tarde, esta vez un poco menos que la otra vez.

jueves, 7 de mayo de 2009

ser o no ser


Creer o reventar…y yo soy socióloga y resulta que estudie para reventar y aquella de “trabajadores del mundo uníos” termine por recitarla como anécdota que aún hoy recuerdo frágil como las trabas de las puerta de los baños, eterna como el pasillo empapelado de afiches rojos y letras negras, definitivamente faltaba color. Y hoy, durante ese micro instante en el que me uno a los trabajadores y me tomo una cerveza y leo los diarios, y miro la tele y escucho a los subtes, me doy cuenta que tal vez todo se trata de creer y ya no más de reventar. La del complot la leí varias veces en mis primeros años de la carrera (y también en los últimos) y la creí y revente y hoy estimado público vuelvo a creer y, tal vez, este pensando en reventar. Sea como sea ya nadie recuerda la crisis financiera internacional, que importa si los magnates de los mocos ácidos de la pobreza reciben dos años de prisión en suspenso, al fin y al cabo que los yankes son muy democráticos y se contagian a la par de la porcina que los manitos, no vieron que Calderon ahora se parece a la a Dra Queen y esto ya parece una guerra civil, o me van a decir que no se dieron cuenta que son las enfermedades de la marginalidad las que sobrevuelan como cuervos las migajas del banquete y la verdad es que la historia lo absolvió no carlitos?, digo raulito?...digo, que digo, y ni se lo que digo, sólo se que de Berlín a San Isidro en un periquete y que en cualquier momento re abre el hotel de los inmigrantes allá por Retiro y si hay algo que queda claro con tanta wall street, gripe porcina y dengue autóctono es que la humanidad se mueve y como se mueve!, aunque no sepamos muy bien para donde, o me van a decir que si tuvieran doscientos mil dólares no se harían un viajecito por el espacio, y todo esto con solo leer Clarín, el gran diario argentino, Oscar de oro para Ernestina de Noble y ya dejemos de joder con tanta satira. Igualmente compremos el alcohol en gel (barbijo todavía no tanto), salgamos abrigaditos y tratemos de ser un poco más cuidadosos, al fin y al cabo que esta bueno moverse como hacen los humanos.

Este es mi pequeño aporte a la histeria internacional, al fin y al cabo hace tiempo que están entre nosotros y sobrevivimos bastante bien.