miércoles, 17 de septiembre de 2008


Cuando soplé las velitas bajo el sol no había pedido mis deseos, aún era otoño, la primavera se asomaba guapa por entre los dedos del tilo.
Días de fiesta, hábitat natural de la alegría, hasta la literata se permitió el festín, un poco de cotillón y otro tanto de ron, la luz era naranja y en la pista de baile bailábamos más que un vals. Alegrías infinitas, envueltas en rojos y hasta rosas vestires que alumbraban el salón. La cocina, caja de suspiros, donde te pones al día y reflexionas eternidades. Y tras una pared se complota un beso, se entrega un regalo y se grita salud, tras otra danzan y ríen, y al mirar a la vuelta, se escucha el tum tum del próximo tema.
Que la alegría no se pierda, venga un abrazo fuerte y promete convertir esas sonrisas en sueños cumplidos. La fiesta se termina, los buenos amigos recogen las botellas y vacían algunos ceniceros, yo me tomo otro ron y musicalizo la despedida. Aún no recupero el sueño.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

me encantó tu pequeño relato, ADORABLE. Tenemos suerte de compartir la misma alegría.
Beso
Sole.

Natalias dijo...

idem, idem, idem. :-)

Clara O. dijo...

jejeje, ya me encontré aunq el nombre me quede un poco grande.
UN BACCI!

Moyi dijo...

adorable la alegria,
dale clarita, agandate chacarita!

Natalias dijo...

recupere el sueño amiga!


sáquele la cáscara a la coti no se cuánto esa, qué se cree..



salí un poquito al blog así nos cruzamos...