lunes, 30 de junio de 2008


Soy una amante de la palabra, soy adrenalina con las letras, trampolín entre párrafos que me cobijan. Algún día le soltare la mano a los monosílabos para amar vocales y mientras tanto escribo, para no perder esa sonrisa al palpar metáforas en la mañana. Me libera y me abre un espacio, hoy le brindo un homenaje entre párrafos escurridos de vino y sueños, de humo y canto. Entre comas encuentro un minúsculo rincón de paz. Palabra que materializa los más extraños sentidos del habla, y ya me voy por las ramas adulando a ésta, la palabra, que tantas veces me complica la vida…y otras tantas se ríe de mí, y la noche se me pone extensa, y el insomnio busca colarse hoy lunes que recién empieza todo…todo esto…y más, pero ayer fue domingo, y el sorbo de un mimo amortiguo la tarde en la que a pesar del Racing campeón hacía frío y mis glóbulos rojos, blancos, verdes y turquesas se mostraban débiles ante el cocktail que se improvisaba entre recetas de abuela y sentido común (si es Bayer es bueno).
Y fue emocionante verte emocionada, a pesar del pánico escénico que insisten en contarnos tu pasión, aquella que herede un poco a fuerza de palos, exámenes de ingreso y cronopios y famas, y desde allí nunca parar, porque al fin y al cabo el vicio de la palabra es el humo que se cuela como mal hábito y rebeldía. Mame rebeldía, entre la posibilidad de inventarme un pelo de colador y construir casas de barro y me hice rebelde cuando partí en misión para buscar una DRF. Y hoy me place obsequiarles lo más mío, aquello en lo que expreso ese instinto revolucionario que me heredaron como secreto, hoy escribo para aquellas tres locas….las tres flores de la costa (pero eso es otra historia…), y voy cortando que el insomnio amenaza con ganar la batalla y es muy lunes para embriagarme de palabras….

martes, 24 de junio de 2008



Otra tarea de escritura, esta vez sobre un relato de Victoria Ocampo que tuvimos que apropiarnos y reescribir. Debo reconocer algunas cuestiones antes de habilitar la lectura: En primer lugar durante el curso de escritura la critique bastante a “Vicky Ocampo” un poco por su origen aristocrático y otro tanto porque todos la defendían y estaba bueno sacarte un poco de quicio Lau (lo digo en chiste, lo sabes, je). A su vez debo decir que este texto me hizo pensar en varias cosas, por un lado en el horizonte de posibilidades que licencia la escritura y a su vez en la responsabilidad política que se debe asumir cuando se escribe.
Tengo que reconocer que a partir de la lectura del texto de Ocampo me anime yo también con el relato. Tal fue así que cuando me fui a Europa mandaba mails en formato de relato, y que ahora cada vez que me voy a algún lado escribo un mail con el mismo espíritu (ya voy a publicar algún relato de viaje). Pero no sólo eso, al dejar Praga decidí estar menos tiempo en Berlín para pasarme dos días en Nuremberg y visitar la sala del juicio de los jerarcas Nazis, tal como había hecho Victoria Ocampo. Fue una experiencia distinta, otros tiempos, hoy comparto con ustedes una tarea que me permitió acercarme al entrelineas de las letras y a su vez que me animó a emprender nuevas aventuras.

Pasaporte a color.
Podría decir que el viaje a Nuremberg se caracterizo por un color verde, o por lo menos así era el tono que vestía el avión que me llevo. Éramos sólo dos civiles, yo y un inglés con descendencia irlandesa, podría decir entonces que algo verde se lo veía. La única mujer era yo.
Al llegar a Alemania puede observar algunas rosas en el aeropuerto, recuerdo de la llegada el olor a rosa, tan solo el olor, pues la catástrofe teñía todo de un gris violento. El Capitan D me fue a buscar en un auto y me llevo a almorzar, el olor de la comida y la forma en que era servida también podría haber sido verde. Hacíamos una fila, tomábamos una bandeja con diferentes compartimentos y unos hombres nos servían el puré, la carne, la ensalada y el postre. Los hombres estaban vestidos de blanco, pero el sistema de atención era como en el servicio militar, maquina fondista de comensales, con los cual los hombres vestidos de blanco bien podrían haber estado vestido de verde.
Al finalizar el almuerzo en aquél enorme salón lleno de mesas y de periodistas, secretarias, traductores, etc. me dirigí, siempre acompañada por el Capitan D, a la sala de audiencias.
Al ingresar a la sala de audiencia observo la geografía del sitio donde se desarrollara el juicio, un lugar para los jueces, otro para lo prisioneros, para los abogados, y para los visitantes, como yo, que nos ubicamos en una especie de platea de pocas posiciones.
Observo a los acusados, no son verdes, son de carne y hueso. Se encuentran custodiados por un adolescente norteamericano. Los jerarcas nazis, aquellos que tiñeron de rojo un país, un mundo y un pueblo, eran custodiados por un adolescente que juega a los soldados. Se solicita silencio, todos de pie, y entran los jueces.
Gracias a los auriculares puedo obtener la traducción, y lo que se dice puedo escucharlo y mañana leerlo en los diarios, sin embargo tengo la sensación de ser testigo de algo más, un gris violento se observa en las calles, se juzga allí adentro.
Por la tarde salí a caminar por Nuremberg, y aquel gris, violento a mi llegada y en mi permanencia durante el juicio, se vino sobre mí. Niños descalzos, pobreza, barricadas. Apresure mi marcha y regrese al hotel. El gris es un color que no sienta bien.
Pase la noche en un hotel más o menos habitable que había sido también victima de bombardeos. Al día siguiente me llevaron al estadio donde Hitler celebraba sus discursos, el lugar estaba verde también, pero era un verde distinto, era un verde hierbas. Las mismas estaban creciendo entre las piedras y convertían al lugar en un sito abandonado. El día finalizo con la proyección de algunos documentales y la nefasta propuesta de oler jabón hecho con grasa humana, el color era algo así como marrón, desistí la propuesta. Prefería no colorear esa imagen.
Y la vuelta me volvió hacia mí. Las imágenes, los colores, los olores, todo eso estaba en mí. No era un simple recuerdo de una buena nota publicada en un diario en la sección política, era yo. Las imágenes estaban dentro de mí. Quería volver a casa para tomar una taza de té, me habían ofrecido una experiencia de colores y me invitaban a mejorar el mundo.

sábado, 14 de junio de 2008


Un cronopio que anda por el desierto se ecuentra con un león, y tiene lugar el diálogo siguiente:
León.-Te como.
Cronopio (afligidísimo pero con dignidad). –Y bueno.
León. –Ah, eso no. Nada de mártires conmigo. Échate a llorar, o lucha, una de dos. Así no te puedo comer. Vamos, estoy esperando, ¿No dices nada?
El cronopio no dice nada, y el león está perplejo, hasta que le viene una idea.
León. –Menos mas que tengo una espina en la mano izquierda que me fastidia mucho. Sácamela y te perdonaré.
El cronopio le saca la espina y el león se va, gruñendo de mala gana:
-Gracias, Androcles.

Y así imagino tus días, como león y cronopio. Como historia natural que se cuela entre la alegría con la que decoras la mesa de la cocina. Ese mal humor hermana que has sabido dominar a sangre de sudor y agujeritos en la frente, porque si!, porque mariquitas eres una mariquitas y 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9 y 10!, si, has perdido de nuevo en el lúdico duelo de quién corre a quién y aún así tus risas inundan el cuarto donde la cama marinera se supo como escondite y descanso. Que más da, tomando la poción mágica estábamos en la casa de Superman o Papa Noel (dependiendo la época del año) y allí sí, miles de horas, no había criptonita ni reyes magos, solo la niñez, leones y cronopios. Y el polvito mágico aún esta sobre el estante de la bodeguita del comedor, en un frasquito transparente lleno de arena, jeje, si supieran que no es arena, que es polvito mágico, pero no digas nada, es un secreto de hermanas.

sábado, 7 de junio de 2008


Cómo explicar la bronca que siento, trabajar tantas horas, entrar a las 07 am cuando aún es de noche e irme a las 21 pm, como si estuviera en la Antártica (6 meses de día 6 meses de noche). Olvidarme todos mis documentos, y no es por entrar en una psicología barata (y zapatos de goma) pero los olvidos son el fallido en acción y algo de eso hay en todo esto…olvidarme mi dni, mi tarjeta de la obra social, de algún modo es olvidarme de mí, no pude ir al médico hoy, tengo un dolor de mandíbula insoportable pero no me lo puedo atender porque no tengo las benditas tarjetas que me acreditan como quien soy, en verdad no puedo acreditarme como número, hoy caminando por las calles no soy ni un número. Es que quizás con este olvido confirmo que donde estoy ahora no soy yo, porque nada de todo esto que hago durante horas sin sol tiene que ver conmigo. Y si, estoy con bronca, y con mucha mierda adentro, tengo un día de perros. Reflexionar sobre los espacios puede ser un deporte de riesgo y más cuando no hay entre tiempo y se juega de corrido y a ganador (siempre se juega a ganador, aunque no tengas nada que perder ni nada por ganar, hay que ser el primero…) Y tal vez yo me tomo mi tercer tiempo en forma silenciosa y, mientras debiera continuar con el chequeo de una base, me tomo uno minutos y escribo mi bronca y me doy cuenta que ni quiero ser primera, y que tampoco quiero chequear esta base. Esta base no me sirve ni de analgésico para mi boca, ni de espejo para mirarme y exclamar ganadora “¡que linda base que estoy chequeando, nunca vi cosa igual!”. Creo que esta base representa todo lo que no soy, nunca me representaría como una serie de números, estáticos, que no presentan la menor diferencia (y que si sucede, y el “share de marca” se modifica como suceso sólo comparable con las peores tragedias de la naturaleza al estilo stunami o katrina…a quién le importa que Marlboro venda más o menos puchos…). Nunca sería una base, ni un pucho (aunque a veces me siento medio pucho…por esto del auto consumo…como caníbal….que me como a mí misma frente al monitor mientras un montón de otras cosas me podrían estar pasando en otro lado, cosas que consuman lo mejor de mí y no que me consuman sin ningún tipo de pudor hasta perder (olvidar) quién soy.
Suena medio panfletario todo esto, como “soñador” con mezcla de bolche frustrado que reniega de su trabajo de oficina, pero bue, es así. Cuando a hurtadillas me oculto de las bases (y de los directores, gerentes y dueños de circo) me vuelco a un miniinstante de sueño…y lejos de creerme una Trosky devenida en oficinista me angustio ante la dificultad de convertir los escritorios en barricada y el café en vodka caliente. En sueños me imagino que todos mis adornitos de escritorio se convierten en granadas y veo en cada post-it la posibilidad de un detonador de bombas, si me general inmediato me suspendiera y me mandara a fregar los pisos con un cepillo de dientes (como en Forest Gum) tomaría el servidor y planearía un atentado maestro, al estilo de la torres gemelas, plasmaría en la historia el mito de que los cpu son armas de destrucción masiva y así, sin más, prohibiría el uso del power point. Que días aquellos!, exclamaría a los cuatro vientos en un intento de sostener la utopía que me mantiene, y bue, a parte de ser un bicho de escritorio, soy un bicho utópico que se arrastra y desgarra la piel cada vez que sueña.
Esta mal ser una soñadora?, vamos, o me van a decir que no esta bueno colgar la mirada, como perdida, en algún punto desconocido de una pagina de Internet y que la utopía colándose disimulada como virus domine cada reflejo mental. Y si, dura poco el efecto, la base tiene banca y dos minutos después te suena el interno, te cae un mail del gerente y te avisan que tenés una conference (Conference. Dícese de la comunicación telefónica entre más de dos personas con el alta voz bien alto, ruidos en la línea y 12 hs de diferencia horaria entre emisor y destinatario. Suele practicarse entre personas de altos rangos que buscan ponerse de acuerdo en la repartición de modestas sumas de dinero. El personal raso suele estar presente para tomar notas, en algunas tribus se práctica como ritual de iniciación a un mundo nuevo, el de las conference) No mandas a todos a la mierda, ni al gerente, ni al mail ni a la conference. Y si, no se hagan ilusiones, soy Mery no Rosa Luxemburgo, cuestión que seguí chequeando la base, muchas horas, infinitas, la tecnología es la herramienta más eficiente para la extensión de la jornada de trabajo vista en funcionamiento. Laptos, celulares, Wi-Fi, palm, todo es trasladable hasta el baño ida y vuelta infinito punto rojo. Todo es trasladable, hasta la propia identidad. Y en que tema he caído, ahora que pienso que quiero estudiar afuera, que quiero viajar, extender mis horizonte, quizás este buscando eso, identidad.
La identidad como metáfora del ser, como origen y destino. Como aquello que renegamos pero que terminamos abrazando, al fin de cuenta, como dice Roberto, no vale clamar por el “es lo que hay”, siempre puede haber otra cosa allí donde encontrarnos.
Esto claramente no es una tarea de escritura, o si, llamemoslo mantenerse en forma para no olvidar las comas, espero no perder el empleo por esto, ¿o si?.