lunes, 31 de agosto de 2009


El perro se recuesta sobre el porche de madera y mira como el bosque y las plantas gigantes reciben la lluvia de una estación que no conoce porque los perros no saben nada de almanaques aunque si del agua y el sol . Cruza las patas delanteras, las deja en cruz, una cae sobre la otra, la que queda arriba no llega a tocar el piso, se llegan a ver las almohadillas asperas de los años que pasan y algunas caminatas largas.
Entrecierra los ojos, redondos y brillantes, y cuando el sueño esta al llegar, arriba esos párpados!, que el viento solpla y el institnto cazador lo pone en alerta aunque ya no sale tras la presa. Apenas levanta el cuello y por efecto de la física alza también la cabeza, no mira para el costado, mantiene la vista al frente. El perro descansa en el porche.

martes, 18 de agosto de 2009


Cuando el viento soplaba veloz, cuando las nubes flacas se movían a la velocidad de la formula uno y las copas de los árboles improvisaban coreografías entre la sombras de la noche todos se escondían bajo las piedras. Todos menos Morty, el joven alguacil de alas esbeltas y trabajadas que solía seducir a las abejas adolescentes en la Plaza Mayor.
Morty disfrutaba al ver la esquizofrenia potenciada de los insectos que corrían de un lado para el otro cuando los cipreses comenzaban a improvisar poco a poco la samba nocturna. Se mataba de risa!, no podía evitar el aleteo alegre, apenas si podía contener por unos segundos una carcajada risueña que al instante se transformaba en eco del silencio. Todos menos Morty temían al encantador de serpientes.
Aquella tarde el alerta provino de los sauces llorones que lentamente comenzaron a avivar al Tilo, al poco tiempo hasta el poco humor del Palo Borracho cantaba las melodías de los nuevos vientos. Morty alardeaba a unas mosquitas que se paseaban juguetonas por entre las ramas de un arbusto silvestre, no noto la puesta del sol, y cuando al segundo pestañeo se dio cuenta, se encontraba ya solo entre tanta oscuridad.
Morty examinó las nubes, se desplazaban a gran velocidad, se detuvo en los laureles del oeste y vio claramente el movimiento a través del aroma que se sacudía hasta su pequeña nariz. El encantador de serpientes estaba merodeando, Morty lo sabía, y quería cazarlo.
Elongo sus patas traseras y práctico algunas patadas voladoras. Cuando se sintió listo se acomodo sobre una rama de diseño aerodinámico, y quedo reposado en posición de ataque. Las nubes seguían avanzando a paso veloz, intentó seguirlas con la mirada, intento saber hacía donde iban. El viento se deglutía a la brisa, las estrellas no asomaban y Morty comenzaba a sentir el cansancio de la espera y el miedo de la oscuridad. Conocía el truco para vencer al encantador de serpientes, y eso quizás era lo que más lo aterrorizaba. Cuando la noche se puso densa, y el viento era el único que silbaba supo que había llegado el momento de enfrentarse al encantador de serpientes. Cerro los ojos y soñó con la luna mas redonda de la historia, soñó su luz y proyecto su brillo sobre una laguna con olas, aprisiono sus párpados con toda su fuerza y vio como la luna crecía, la vio nacer y rebotar contra el horizonte.
Al abrir los ojos noto que los árboles descansaban y los vientos dormían, volvió su mirada hacia el cielo y ahí estaba, la luna brillante, la luz que ningún encantador de serpientes puede soportar, la de los sueños de los aguaciles solitarios.