martes, 24 de junio de 2008



Otra tarea de escritura, esta vez sobre un relato de Victoria Ocampo que tuvimos que apropiarnos y reescribir. Debo reconocer algunas cuestiones antes de habilitar la lectura: En primer lugar durante el curso de escritura la critique bastante a “Vicky Ocampo” un poco por su origen aristocrático y otro tanto porque todos la defendían y estaba bueno sacarte un poco de quicio Lau (lo digo en chiste, lo sabes, je). A su vez debo decir que este texto me hizo pensar en varias cosas, por un lado en el horizonte de posibilidades que licencia la escritura y a su vez en la responsabilidad política que se debe asumir cuando se escribe.
Tengo que reconocer que a partir de la lectura del texto de Ocampo me anime yo también con el relato. Tal fue así que cuando me fui a Europa mandaba mails en formato de relato, y que ahora cada vez que me voy a algún lado escribo un mail con el mismo espíritu (ya voy a publicar algún relato de viaje). Pero no sólo eso, al dejar Praga decidí estar menos tiempo en Berlín para pasarme dos días en Nuremberg y visitar la sala del juicio de los jerarcas Nazis, tal como había hecho Victoria Ocampo. Fue una experiencia distinta, otros tiempos, hoy comparto con ustedes una tarea que me permitió acercarme al entrelineas de las letras y a su vez que me animó a emprender nuevas aventuras.

Pasaporte a color.
Podría decir que el viaje a Nuremberg se caracterizo por un color verde, o por lo menos así era el tono que vestía el avión que me llevo. Éramos sólo dos civiles, yo y un inglés con descendencia irlandesa, podría decir entonces que algo verde se lo veía. La única mujer era yo.
Al llegar a Alemania puede observar algunas rosas en el aeropuerto, recuerdo de la llegada el olor a rosa, tan solo el olor, pues la catástrofe teñía todo de un gris violento. El Capitan D me fue a buscar en un auto y me llevo a almorzar, el olor de la comida y la forma en que era servida también podría haber sido verde. Hacíamos una fila, tomábamos una bandeja con diferentes compartimentos y unos hombres nos servían el puré, la carne, la ensalada y el postre. Los hombres estaban vestidos de blanco, pero el sistema de atención era como en el servicio militar, maquina fondista de comensales, con los cual los hombres vestidos de blanco bien podrían haber estado vestido de verde.
Al finalizar el almuerzo en aquél enorme salón lleno de mesas y de periodistas, secretarias, traductores, etc. me dirigí, siempre acompañada por el Capitan D, a la sala de audiencias.
Al ingresar a la sala de audiencia observo la geografía del sitio donde se desarrollara el juicio, un lugar para los jueces, otro para lo prisioneros, para los abogados, y para los visitantes, como yo, que nos ubicamos en una especie de platea de pocas posiciones.
Observo a los acusados, no son verdes, son de carne y hueso. Se encuentran custodiados por un adolescente norteamericano. Los jerarcas nazis, aquellos que tiñeron de rojo un país, un mundo y un pueblo, eran custodiados por un adolescente que juega a los soldados. Se solicita silencio, todos de pie, y entran los jueces.
Gracias a los auriculares puedo obtener la traducción, y lo que se dice puedo escucharlo y mañana leerlo en los diarios, sin embargo tengo la sensación de ser testigo de algo más, un gris violento se observa en las calles, se juzga allí adentro.
Por la tarde salí a caminar por Nuremberg, y aquel gris, violento a mi llegada y en mi permanencia durante el juicio, se vino sobre mí. Niños descalzos, pobreza, barricadas. Apresure mi marcha y regrese al hotel. El gris es un color que no sienta bien.
Pase la noche en un hotel más o menos habitable que había sido también victima de bombardeos. Al día siguiente me llevaron al estadio donde Hitler celebraba sus discursos, el lugar estaba verde también, pero era un verde distinto, era un verde hierbas. Las mismas estaban creciendo entre las piedras y convertían al lugar en un sito abandonado. El día finalizo con la proyección de algunos documentales y la nefasta propuesta de oler jabón hecho con grasa humana, el color era algo así como marrón, desistí la propuesta. Prefería no colorear esa imagen.
Y la vuelta me volvió hacia mí. Las imágenes, los colores, los olores, todo eso estaba en mí. No era un simple recuerdo de una buena nota publicada en un diario en la sección política, era yo. Las imágenes estaban dentro de mí. Quería volver a casa para tomar una taza de té, me habían ofrecido una experiencia de colores y me invitaban a mejorar el mundo.

2 comentarios:

.M dijo...

Whoaooo....un cachetada de realidad...
una cachetada de olores de colores a nuestros sentidos.

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Clara O. dijo...

jeje, y finalmente no te costó tanto apropiarte del relato. Muy lindo txt, como ya te dije en otro momento!!!
Besote y espero verte algún día.